Desde la antigüedad el
ser humano ha mostrado su curiosidad por el tiempo. En la mitología griega, podemos
encontrar al dios del tiempo llamado Cronos.
La leyenda menciona que Cronos engulló a sus hijos para alcanzar la
inmortalidad. En analogía e irónicamente con la leyenda griega sobre Cronos, el
tiempo consume todo lo existente y permanece inmutable en la existencia. Dentro
de la filosofía también se discutía sobre la existencia y la esencia del
tiempo. Para Aristóteles, el tiempo era absoluto y lo consideraba como un marco
de referencia fijo, que no cambia y donde suceden los eventos. Para Kant, el
tiempo era subjetivo al ser humano que la experimentaba, este podría ser
influenciado por los objetos y por nuestro estado interior. Fue Kant quien dio
paso e importancia a la perceptibilidad del tiempo.
Años después la psicología
rama nacida de la filosofía se interesa en el concepto tiempo. Para el siglo
XIX, Külpe
construye las características fundamentales de la sensación las cuales son la intensidad,
la cualidad y la duración en adicción de la extensión para los sentidos de la
visión y el tacto. La investigación psicológica sobre la percepción del tiempo
fue clasificada por Block (1990), este la divide en tres áreas de investigación:
los ritmos biológicos, las experiencias de duración y el estudio del tiempo
histórico-cultural. Basados en esta premisa se asume que el tiempo se puede
medir en tres medios, el medio interno (Biológico), el medio relacional o
interactivo interno-externo (Experiencia) y el medio externo (Físico). Para
este mismo año
Fernández Guardiola, A. (1990), nos habla sobre los ritmos biológicos, menciona
que el ser humano esta estructuralmente condicionado por el cerebro el cual
posee una velocidad de procesamiento y una capacidad de memoria que evoluciona
durante el desarrollo. Este describe que el sentido del tiempo es un concepto
sensorial que tiene una enorme variabilidad y subjetividad.
Mientras la psicología
buscaba explicar la percepción del tiempo en términos cognitivos, las
neurociencias ya investigaban los mecanismos de demora de la conducción
eléctrica a través de las neuronas. Este tipo de investigación conducida por Braitenberg
(1967), intentaba explicar la función del control temporal del cerebelo. Se
media el tiempo en función de la distancia recorrida por el impulso eléctrico a
lo largo de las fibras nerviosas entre la señal de entrada y la señal de
salida. Aquí fue donde comenzaron los estudios electrofisiológicos,
conjuntamente con los estudios
neurofisiológicos que mediante estrategias de lesión y estimulación en
diferentes áreas de la corteza encefálica buscaban explicar la temporalidad a
nivel cerebral.
Rápidamente comenzaron los estudios
neuropsicológicos, Ivry y Keele (1989), encontraron que en pacientes con lesiones
en el cerebelo presentaban una significante variabilidad en el cronometraje a
diferencia del grupo control. Esta diferencia se mostraba tanto en una tarea de
golpeteo como en una tarea de estimación de intervalos. Otras investigaciones
neuropsicológicas con pacientes de Huntington y Parkinson han encontrado que
estos presentan mayor variabilidad en tareas de intervalos lo cual sugiere una
relación entre el cronometraje y los ganglios basales o las vías dopaminérgicas. Con la llegada
de las técnicas de neuroimagen se emplearon mejores y especificas
investigaciones sobre la percepción temporal. Una de las primeras técnicas
utilizadas fue la tomografía por emisión de positrones (PET) esta fue empleada
por Jueptner, M., Rijntjes, M., Weiller, C., Faiss, J. H., Timmann, D.,
Mueller, S. P., et al. (1995), para tratar de localizar la función de
cronometraje en una tarea de percepción de duración. Estos hallaron que las
activaciones mayormente significativas eran en el cerebelo y en los ganglios
basales. Otra de las técnicas utilizadas fue la resonancia magnética
funcional (MRIf) por Rao, Mayer y Harrington (2001), estos encontraron
activaciones en el vermis del cerebelo y en los ganglios basales cuando se le
presentaba un evento o tarea de percepción de duración al individuo. También
observaron activación temprana a nivel de la corteza específicamente en las
áreas premotora bilateral y parietal inferior derecho.
Según Correa, A.,
Lupiañez, J., y
Tudela, P. (2006) las estructuras cerebrales clave para el procesamiento
temporal son el cerebelo, los ganglios basales, el lóbulo frontal y la corteza
parietal. Estos centran al cerebelo como la estructura fundamental la que
provee sincronización temporal de movimientos, percepción de la velocidad
relativa de varios objetos así como la función de cronometraje y predicción.
Los ganglios basales regulan el cronometraje a través de las vías
dopaminérgicas en los núcleos caudado y putamen estriado. La corteza parietal
interviene en la codificación espacial y en el procesamiento de cantidades
numéricas. Mientras que el lóbulo frontal utiliza la memoria de trabajo, el
mantenimiento activo, la monitorización y organización de las representaciones.
Inclusive la
Neurofarmacología ha intentado alterar o estabilizar la percepción del tiempo a
través de drogas. Meck, W. H. (1996 & 2005) encontró que el uso de
antagonistas dopaminérgicos agilizaba el proceso de cronometraje en ratas.
Mientras que el uso de agonistas dopaminérgicos enlentecía el proceso, de igual
forma la alteración de los receptores dopaminérgicos del cuerpo estriado en los
ganglios basales y la sustancia negra fueron confirmados con estudios de lesión
en dichas áreas.
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